El atractivo turístico de los faroles habaneros
Precisamente, esos postes, digamos los antiguos y modernos, componen hoy un granito de arena muy particular para los paseantes, para quienes peregrinan por la urbe que apareció en la palestra en 1519, un 16 de noviembre.
Cuando observamos estas farolas, nos viene a la mente la historia del alumbrado público, que en La Habana está muy bien representado.
Este sistema consiste en la iluminación de las vías públicas, parques y demás espacios de libre circulación.
Incluso los estudiosos recuerdan que tras el control del fuego por parte de los humanos uno de sus usos fue la iluminación.
Los arqueólogos encontraron lámparas de terracota en las planicies de Mesopotamia fechadas entre el 7000 y el 8000 antes de Cristo, y otras de cobre y bronce en Egipto y Persia cercanas al 2700 a.C.
La primera utilización del alumbrado de gas para la iluminación pública fue en 1807, cuando Frederick Albert Winsor iluminó uno de los lados de la calle Pall Mall de Londres, tras mejorar el sistema que años antes había investigado el francés Philippe Lebon.
De ahí que las primeras farolas de gas requerían que un farolero recorriese las calles al atardecer para ir encendiéndolas, pero años después se empezaron a emplear dispositivos de encendido automático, tal y como ocurrió en La Habana.
Y una buena gama de estos artefactos se pueden apreciar en las calles de la capital de Cuba, como museo activo, que aunque ahora son eléctricas, conservan su estructura y materiales originales de un porta lámpara original.
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Prensa Latina