Qué son los ‘neuroderechos’ y qué país de América Latina es el primero en legislar sobre ellos
Hay niños que intentan ampliar la imagen sobre el vidrio de una ventana o adultos que inconscientemente hacen ‘scroll’ sobre la página de papel de un libro. La naturalización de esos gestos no es un accidente y proviene de años de interacción con dispositivos electrónicos que todos los días cambian la forma en que el ser humano se relaciona con el mundo.
«Todas estas cosas se hacen con teléfonos móviles y es apenas un aperitivo de lo que se viene. En el momento en que estos dispositivos sean neurotecnológicos, en vez de llevarlos en el bolsillo, los llevaremos en la cabeza», explica el neurobiólogo español Rafael Yuste, profesor de ciencias biológicas en la Universidad de Columbia y uno de los principales promotores detrás de la legislación sobre neuroderechos que ya avanza en el Senado de Chile.
De momento, la propuesta chilena contempla una enmienda para modificar el artículo 19 de la actual Carta Magna, y un proyecto de ley de neuroderechos. A pesar de que el país austral está a semanas de un proceso comicial que prevé la elección de los integrantes de la Convención Constitucional, Yuste afirma que «son cosas distintas» y que la legislación sobre la materia se debatirá «independientemente del proceso constituyente«.
Pero, ¿qué implica el proyecto y por qué se cuela en la convulsa agenda política chilena?
Poner frenos
Según el texto que aún debe debatirse en el Congreso chileno, los neuroderechos son «nuevos derechos humanos que protegen la privacidad e integridad mental y psíquica, tanto consciente como inconsciente, de las personas del uso abusivo de neurotecnologías».
Yuste afirma que en los próximos años será factible «decodificar el pensamiento a partir de la actividad neuronal o mejorar la capacidad cognitiva conectando el cerebro directamente a las redes digitales». Esa posibilidad, más que fascinante puede ser peligrosa si no se regula éticamente. Por eso, el proyecto de neuroderechos que impulsa el científico se afirma en cuatro principios: la privacidad mental, la identidad, el derecho de agencia y el libre acceso a las tecnologías.
Aunque algunos detractores de la propuesta consideran que ya es tarde para legislar o, por el contrario, demasiado prematuro, Yuste sostiene que hay tiempo porque «aún estas tecnologías no han salido al mundo en gran escala». Y agrega: «Es mejor ser productivos y prevenir el problema ahora y no esperar a que ocurra después».
Las evidencias de que es posible «leer el cerebro» y modificar la conducta de los usuarios de las neurotecnologías ya se conocen, al menos en el ámbito médico. El científico comenta el caso de pacientes de Parkinson que han sido atendidos con dispositivos de estimulación cerebral profunda (Deep Brain Stimulation).
Rafael Yuste, neurobiólogo de la Universidad de Columbia
Cuando surge una tecnología nueva, no sabes muy bien para qué se va a utilizar, pero es fácil regularla. En cambio, una vez que se ha echado a andar y se difumina por todo el mundo, sabes perfectamente para qué sirve y las cosas malas que hace, pero es imposible ponerle un freno.
«Muchos de estos pacientes describen cómo cuando les estimulan el cerebro, les cambia la personalidad. Y eso te lo dicen también los familiares. Desde el punto de vista científico es totalmente lógico porque tu personalidad, el yo, está generado por el cerebro, no sale del aire, sino de la actividad de las neuronas que tienes dentro del cráneo. Si cambias esta actividad neuronal, puedes cambiar, entre otras cosas, el yo, la personalidad«.
El investigador aclara que si bien estos avances son positivos desde el campo de la medicina, requieren de un marco regulatorio cuando pasan a aplicarse en el ámbito de las tecnologías. Por eso defiende la necesidad de poner los neuroderechos sobre la mesa, en la categoría de «nuevo derecho humano».
Sobre ese tema, reflexiona: «Cuando surge una tecnología nueva, no sabes muy bien si va a tener importancia y para qué se va a utilizar, pero es muy fácil regularla. En cambio, una vez que la tecnología se ha echado a andar, se ancla en la sociedad y se difumina por todo el mundo, sabes perfectamente para qué sirve y las cosas malas que hace, pero es imposible ya ponerle un freno».
Una legislación pionera
En Chile, la Comisión de Desafíos del Futuro, encabezada por el senador Guido Girardi, del Partido por la Democracia (PPD), dio luz verde por unanimidad a la propuesta de modificar el artículo 19 de la actual Constitución para «proteger la integridad y la indemnidad mental con relación al avance de las neurotecnologías».
En la sesión virtual de la semana pasada, Girardi destacó que el presidente Sebastián Piñera estaba interesado en respaldar el proyecto y de «impulsarlo a nivel de otros países», una cuestión en la que Yuste tiene un trabajo adelantado con EE.UU. y España.
El científico español también intervino en el debate parlamentario chileno y calificó de «ejemplar» e «histórico» el avance que daba el país latinoamericano, porque «es la primera vez que se protege la privacidad cerebral y la integridad mental en una Constitución en el mundo».
Rafael Yuste, neurobiólogo de la Universidad de Columbia
Hay mucho interés de que los neuroderechos se usen como punta de lanza para introducir desde el comienzo, en la constitución de Chile que todavía no se ha escrito, la protección de los derechos humanos digitales de la ciudadanía.
El miércoles de esta semana, Piñera sacó a relucir el tema en su intervención en la XXVII Cumbre Iberoamericana, con un llamado a los países de la región a unirse para legislar de manera conjunta sobre la materia.
«Esto no es ciencia-ficción, es ciencia pura y dura y por eso llamo a todos los países iberoamericanos a anticiparnos al futuro y a proteger hoy día adecuadamente, no solo los datos e información de nuestros ciudadanos, sino que también sus pensamientos, sus sentimientos, su información neuronal para evitar que estos puedan ser manipulados por las nuevas tecnologías», señaló el mandatario.
Después de recibir el visto bueno a nivel de comisiones, la propuesta de enmienda irá al Senado para el debate. En paralelo, los parlamentarios también trabajan en el proyecto de ley, cuyo borrador se introdujo en octubre del año pasado. Estas modificaciones, sin embargo, se dan en víspera de un proceso constituyente, lo que abre algunas dudas sobre su continuidad en la agenda política chilena.
Yuste cree que no se van a detener. Según dijo a este medio, «hay mucho interés de que no solo se incorporen los neuroderechos, sino que se usen como punta de lanza para introducir desde el comienzo, en la Constitución de Chile que todavía no se ha escrito, la protección de los derechos humanos digitales de la ciudadanía».
¿Un nuevo derecho humano?
Además de impulsar el debate sobre neuroderechos en Chile, el catedrático defiende la incorporación de estos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por lo que también mantiene conversaciones en el seno de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
«Estamos en un mundo nuevo y creemos que es necesario poner Derechos Humanos nuevos«, justifica Yuste. Sin embargo, su postura no deja de tener detractores incluso en Chile, donde consideran innecesaria la legislación local sobre neuroderechos y estiman que el paraguas que existe ya es suficientemente amplio.
Un análisis publicado el año pasado por el Centro de Investigación Periodística (CIPER) deja clara la posición de una parte de la comunidad académica: «Los neuroderechos, luego, serían redundantes porque son reconducibles a derechos constitucionales ya asegurados«.
No obstante, el científico insiste en que deben hacerse modificaciones. Y sobre ello, ejemplifica: «Existe el Derecho Humano de la dignidad de la persona, pero esto es muy difuminado, muy poco claro, cada persona tiene una idea distinta. Nosotros creemos que ahora hay que definirlo muy claramente».
Rafael Yuste, neurobiólogo de la Universidad de Columbia
Estamos en un mundo nuevo y creemos que es necesario poner Derechos Humanos nuevos.
La urgencia de esta definición, según el promotor de la iniciativa, es dejar claro cuál es el límite ético y jurídico para el desarrollo de las nuevas tecnologías. O, en palabras de Yuste, «que sepan que si infligen un Derecho Humano, tendrán problemas si salen a la venta».
«Hay quienes dicen que los DDHH que existen ya lo protegen todo, que no hay que cambiar nada y que el mundo está totalmente controlado, pero sé que si pusiéramos ahora los guardarraíles sobre neuroderechos, podríamos canalizar todo el crecimiento de la tecnología, que en principio es buena y puede ser muy útil. La legislación es la herramienta y eso es lo que se está haciendo en Chile«.
Pero aunque los detractores más visibles de este tipo de iniciativas estén en las academias o en los foros políticos, los más acérrimos podrían encontrarse en las corporaciones y Yuste lo sabe. Sin embargo, asegura que «por ahora» las compañías parecen estar interesadas en que «haya una regulación ética» de las tecnologías, una cuestión que para del es algo que no puede negociarse.
«Yo, que trabajo en un laboratorio de investigación, te digo: las cosas que vemos con los animales son las que se van a hacer en un futuro con las personas. Y eso es lo suficientemente importante como para empezar a discutir la regulación de estas tecnologías».
Nazareth Balbás
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