jueves, noviembre 21, 2024
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Patricia Hearst: se cumplen 50 años del secuestro que convirtió en guerrillera a una joven rica

LOS ÁNGELES – El secuestro de la heredera millonaria Patricia Hearst por el Ejército Simbionés de Liberación (SLA) cumple este domingo 50 años y es recordado como una historia mediática que, afianzada por el término del “síndrome de Estocolmo”, desdibujaba los límites entre víctima y cómplice.

El 4 de febrero de 1974 Hearst fue secuestrada en contra de su voluntad de su apartamento en Berkeley, California.

El acto violento fue el primer episodio de un circo mediático que conmocionó a Estados Unidos y acaparó la atención del mundo entero.

La adinerada joven de 19 años heredera del imperio de medios de comunicación de William Randolph Hearst había sido una víctima del grupo radical de extrema izquierda comandado por Donald DeFreeze, quienes querían usarla como moneda de cambio para liberar a dos de sus compañeros encarcelados.

La idea de víctima que se tenía de la joven cambió cuando en abril del mismo año se difundió una cinta de audio con su voz en la que anunciaba su adhesión al SLA y expresaba su apoyo a las demandas del grupo.

También explicaba que había adoptado el nombre de Tania, en honor al nombre de guerra de Tamara Bunke, la revolucionaria comunista y compañera del líder guerrillero argentino-cubano Ernesto «Che» Guevara, e hizo una crítica a su familia y a las instituciones gubernamentales.

Las declaraciones de Hearst escandalizaron a la sociedad y el fenómeno mediático terminó de explotar poco después cuando la joven fue captada en medio del robo a un banco y se desvelara una icónica foto de ella cargando un rifle con el símbolo del SLA de fondo como una guerrillera.

En medio de la confusión e incongruencia de los sucesos, los medios de comunicación de la familia Hearst ofrecieron una perspectiva que destacaba la condición de víctima de la mujer a causa del secuestro e impulsaban la idea de que le habían realizado un «lavado de cerebro».

Después de pasar 19 meses secuestrada, Hearst fue detenida por las autoridades en septiembre de 1975 y cuatro meses más tarde comenzó el juicio en el que le imputaron varios cargos relacionados con su participación en el atraco al banco y otros actos criminales.

En este, su defensa argumentaba que su participación era resultado del “síndrome de Estocolmo”, un término utilizado para describir una experiencia psicológica paradójica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores.

Pero la racionalidad o la falta de ella con la que Hearst pudo haber llevado a cabos sus acciones ha generado hasta el momento opiniones controvertidas entre expertos y en la opinión pública.

«Creo que con el tiempo Hearst llegó a formar parte de las actividades delictivas del SLA, y tomó la decisión de permanecer con ellos y seguir delinquiendo», dice en una entrevista con EFE el abogado estadounidense Jeffrey Ross Toobin, autor del libro “American Heiress: The Wild Saga of the Kidnapping, Crimes and Trial of Patty Hearst”.

En su libro, el autor considera que Hearst actuó de forma racional e inteligente ante los sucesos extraordinarios que afrontaba y considera que posiblemente lo que hizo también responde a un impulso de rebeldía adolescente usual en gente de su edad.

Hearst fue declarada culpable y sentenciada a siete años pero finalmente pasó menos de dos años en prisión gracias a que el presidente Jimmy Carter rebajó su pena y en 2001, el presidente Bill Clinton le otorgó el perdón completo.

«Creo que fue correcto que la declararan culpable del atraco al banco. No creo que debiera haber recibido un indulto presidencial porque nunca reconoció ningún delito por su parte», considera Toobin.

El caso de Hearst quedó plasmado como un acontecimiento igual de convulso que la década de 1970 en Estados Unidos, marcada por la crisis del petróleo, el movimiento contra la Guerra de Vietnam, o escándalos políticos como Watergate, que llevó a la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974.

«(El acontecimiento fue tan relevante porque) demuestra que la locura del extremismo político puede conducir a actos delictivos escandalosos, en todo el espectro político», añade Toobin.

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