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Media hora menos en el tráfico: Cómo un nuevo teleférico logra conectar las zonas más pobladas e históricamente abandonadas de Ciudad de México

Publicado: 31 mar 2021 18:55 GMT

La Línea 1 del Cablebús comunicará a unas 8.000 personas cada hora, a través de 9,4 kilómetros de red.

La Ciudad de México se une a otras urbes que han incorporado un teleférico como una opción viable de movilidad en las zonas marginadas y de difícil acceso. Desde hace varios años, este sistema de transporte ha sido implementado en Medellín (Colombia); Caracas (Venezuela); Río de Janeiro (Brasil); La Paz (Bolivia); y Guayaquil (Ecuador). 

En este día de primavera, con el sol pegando menos fuerte que lo acostumbrado en esta temporada, muchos niños vienen acompañados de sus madres para conocer el nuevo medio de transporte de la zona, uno más divertido que los peseros y las combis que circulan diariamente por las calles del barrio de Cuautepec, ubicado en la zona norte de la alcaldía Gustavo A. Madero, en Ciudad de México. 

Con la emoción de la primera vez, las familias se forman para conocer la Línea 1 del Cablebús, un teleférico que conectará la parte más alta de Cuautepec con Indios Verdes a través de 9,4 kilómetros de red, y mediante el cual unas 8.000 personas podrían verse beneficiadas cada hora con reducir su tiempo de traslado, al pasar de 77 a 46 minutos. 

La experiencia del viaje

Son solo seis minutos de traslado entre las únicas dos estaciones —Tlalpexco y Campos Revolución— de la Línea 1 del Cablebús que han sido inauguradas durante este período de prueba. Pero es tiempo suficiente para que los pasajeros intercambien sus impresiones sobre el viaje. «De verdad, no me imaginaba que vivía tanta gente por acá«, le dice Daniel, de 21 años, a una mujer que viaja con sus dos hijas pequeñas desde el municipio de Ecatepec, en el vecino Estado de México. 

Daniel pudo subirse al Cablebús en su segundo intento. Semanas atrás, el estudiante de odontología del Instituto Politécnico Nacional (IPN) intentó probar el nuevo sistema de transporte que se columpia por las alturas de Cuautepec, pero no tuvo éxito porque había mucha gente formada antes que él.

Este día, el joven no despega la vista del paisaje, se fija con curiosidad en la escuela situada varios metros debajo del teleférico, que permanece cerrada y silenciosa por la pandemia del covid-19, provocando que el aspirante a dentista exprese que la escena se ve triste. Pero Daniel no tarda en recobrar el ánimo y, actuando como un buen guía turístico, desvela datos sobre el proceso de transformación de las casas que ahora se imponen en el paisaje: «Esos colores que ves nítidos los pintaron apenas. Mandaron botes de pintura y personas que pintaban, allá abajo», explica. 

En el trayecto por los aires, se ven casas pintadas de chillante pintura roja, amarilla, rosa, azul y verde, que intentan dar otra cara a las viviendas grises que parecen interminables desde las alturas, con sus grandes tinacos de agua y las ropas colgadas en mecates instalados sobre las azoteas de los asentamientos irregulares construidos sobre la Sierra de Guadalupe y el Cerro del Chiquihuite.

Mejorar condiciones de vida

Además de ahorrar tiempo en el desplazamiento de los habitantes de la capital, la Administración capitalina ha apuntado que el teleférico busca mejorar las condiciones de vida de los habitantes de zonas densamente pobladas e históricamente abandonadas, como es el caso de la Gustavo A. Madero o de Iztapalapa, en donde se construye actualmente la Línea 2. 

El Gobierno de Claudia Sheinbaum estima que este proyecto de movilidad y desarrollo urbano, que ha requerido un presupuesto de unos 6.093 millones de pesos (292,3 millones de dólares), también podría ayudar a «disminuir los índices delictivos y la violencia«. 

Los habitantes de la capital y del Estado de México tienen en común los viajes eternos en el transporte público, pero también comparten el miedo a la delincuencia, por eso hablan de «batallar» en sus desplazamientos. 

«Supongo allá batallaban para las combis, los camiones«, dice Daniel a la madre de dos pequeñas que vive en Ecatepec, quien asiente con la cabeza, afirmando. 

«Yo en tres ocasiones estuve a punto de que me asaltaran en el camión, gracias a dios no pasó nada», recuerda también el estudiante de odontología. 

Este nuevo sistema de transporte ha ofrecido un respiro a los habitantes del norte de la capital, como a una mujer que viste pantalón y saco negro, y que se traslada en la misma cabina que Daniel hacia la estación Campos Revolución para ir a trabajar. «Va a ser más difícil que te asalten«, comenta a su acompañante. 

Carlos René, de 60 años, también ve muchos beneficios en el Cablebús de la capital mexicana: «Batallamos mucho (…) porque vivimos en la parte alta y se satura mucho el transporte«, menciona.

Este hombre que vive en Cuautepec se muestra agradecido con el Gobierno por el nuevo Cablebús, que ofrece una alternativa para que los habitantes del norte de la capital «batallen» menos en sus desplazamientos diarios. Por ello, René lanza un deseo final: «Ojalá todo el mundo cuide ese transporte». 

José Beltrán Contreras

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