Flight Simulator en Xbox Series X: escapismo perfecto
El más reciente Flight Simulator, estrenado en Xbox Series X y Xbox Series S, tiene varias particularidades. Desde el punto de vista tecnológico, una de ellas es el uso de inteligencia artificial y la nube de Azure para la representación del mundo bajo las alas del avión. En cierta forma, Flight Simulator es lo más cercano a lo que prometió Microsoft en 2013, cuando aseguraron que el futuro de los videojuegos se apoyaría en la nube.
En 2021, todo lo anterior no se pone en duda: la tecnología en la nube del nuevo Flight Simulator funciona sin contratiempos al jugar conectado a internet.
Pero en algo más tangible, este juego representa un hito no menor: es el primer Flight Simulator en lanzarse en consolas. La serie nació y se desarrolló en una plataforma en la que los usuarios tenían, como mínimo, un teclado y un mouse a disposición. Los más fanáticos quizá tenían un control como los clásicos Sidewinder. Jugar Flight Simulator en una computadora nunca hizo a nadie cuestionarse el esquema de control.
En consolas como Xbox Series X o Series S, en cambio, la historia es distinta. Sí, ambas tienen soporte para teclado y mouse, pero ¿cuántos usuarios utilizan esta opción? ¿Quién conecta dos dispositivos de escritorio al jugar sentado en su sillón?
Por fortuna, los creadores de este juego lograron dar con un esquema, cuanto menos, cómodo. Juegué Flight Simulator en una Xbox Series S con un control y debo decir que la interfaz es, con sus limitaciones, muy apropiada para sesiones más casuales. Los controles básicos son en general intuitivos, sobre todo en cuanto a las maniobras más sencillas como girar el avión, acelerar, despegar, etcétera.
Sin embargo, esto cambia cuando los aviones son más complejos. Algunos controles resultan más contextuales, amén de que hay combinaciones de botones para acciones más específicas. Pero ya en entornos más de simulación o de acciones mucho más específicas en tableros gigantescos como los de un Boeing 757, no queda más remedio que utilizar el modo cursor y mover el puntero en pantalla para alcanzar botones, palancas o paneles.
Dicho sistema de control para contextos y situaciones más avanzadas es funcional y probablemente la mejor solución que encontró el equipo de desarrollo para adaptar algo tan complejo como Flight Simulator al mando de una consola, que cuenta con poco más de una decena de botones. Pero no es la solución más óptima que puede existir.
Pese a ello, Flight Simulator en ningún caso se ve minimizado por tal limitación. Es más, bien se podría decir que utilizar el joystick para despegar un avión comercial de los más grandes que puede haber y sin asistencias debe ser una de las tareas más complejas de cualquier simulador de consola. Lo que hacen juegos como Gran Turismo o Forza Motorsport con la simulación y el control de un automóvil está a varios aeropuertos de distancia de Flight Simulator.
No por nada un juego de este tipo nunca se había traspasado a consolas antes. Y aquello de por sí es un logro monumental; no me quiero imaginar la cantidad de horas que los desarrolladores de Asobo Studio deben haber pasado iterando hasta dar con un esquema apropiado para un juego así de complejo.
Flight Simulator en consolas es una experiencia interesante, en parte por lo inédito y porque, más allá del cambio en el control, no parecen haber mayores compromisos ni recortes respecto al juego que se lanzó en 2020 en PC.
Porque a la larga, Flight Simulator no es solo una herramienta de simulación, también puede ser una forma de escapismo, en el que se puede volar por encima del Himalaya sin apenas tocar los controles. Y eso también es un videojuego.