lunes, noviembre 25, 2024
Internacionales

La ‘ciudad flotante’ que depreda el mar argentino con la pesca ilegal de buques extranjeros

Entre 1986 y 2020 la Prefectura Naval capturó 80 buques, en su mayoría de Corea del Sur, China, Taiwán y España. Greenpeace denuncia que actualmente los barcos desactivan sus sistemas de identificación automática para no ser detectados.

El problema de la pesca ilegal y la depredación del mar cercano a Argentina no es una novedad, pero de forma reciente el conflicto saltó a la agenda pública. La polémica se desató cuando el cineasta Enrique Piñeyro sobrevoló con su propio avión la Zona Económica Exclusiva (ZEE), adyacente al mar territorial argentino, y filmó a decenas de barcos pesqueros iluminando la noche sureña del océano Atlántico. Aunque algunos expertos desmintieron que las embarcaciones de aquellas imágenes sean extranjeras, lo cierto es que se puso luz sobre un conflicto innegable: la devastación del medio ambiente en un sector administrado por autoridades nacionales.

Con más precisión, Greenpeace alerta sobre esta situación hace tiempo. La ONG ambientalista advirtió que a mediados de febrero al menos 470 buques fueron localizados en el margen de la ZEE, un sector cuyos recursos naturales solo pueden ser usados por barcos autorizados desde Argentina. Para el hallazgo se usó la plataforma digital Marine Traffic e imágenes satelitales de la NASA, donde la luz emanada por los navíos vistos desde arriba es más grande que la de muchas ciudades locales.

La infracción se produce porque, cuando nadie los ve, muchos de estos barcos extranjeros cruzan el límite acuático y le roban peces al país sudamericano. Para escabullirse en la inmensidad del mar sin ser descubiertos, suelen apagar sus sistemas de identificación automática, volviéndose invisibles para los radares de control. Luisina Vueso, coordinadora de la campaña por la protección del mar argentino en aquella agrupación, explica que esta práctica es conocida como ‘dark’ (oscuro): «No solo lo hacen de noche, sino a plena luz del día», aclara.

La entrevistada pone énfasis en el Agujero Azul, un sitio apetecible para quienes llegan desde otras latitudes para arrasar con todo vestigio de vida natural. Son 5.000 kilómetros cuadrados, caracterizados por su inmensa variedad de recursos marinos. Es decir, 24 veces la Ciudad de Buenos Aires. «Identificamos cuatro buques frigoríficos, donde los pesqueros trasbordan su captura en alta mar para llevarla directamente a los mercados. También ocho estaciones de servicio flotantes, que les proveen combustible a estas flotas para que puedan seguir operando. Así perpetúan la depredación de los océanos, lejos de la fiscalización de cuánto están pescando y del verdadero impacto que esto genera en los ecosistemas marinos», remarca Vueso.

En 2019, Greenpeace visitó el Agujero Azul con el barco Esperanza y registró el desastre ambiental. La experta todavía recuerda las imágenes del fondo marino «totalmente devastado por la pesca», algo similar a «un bosque arrasado después del desmonte». Con ese tono, su descripción de la actividad es dramática: «La pesca de arrastre es la más destructiva, y se realiza intensamente en ese lugar. Consiste en grandes redes del tamaño de canchas de futbol, con pesadas cadenas que van hasta el fondo marino y arrasan con todo». En efecto, «el impacto se intensifica por la poca selectividad, ya que no solo levanta la pesca objetivo, sino que destruye corales de agua fría y bosques de algas fundamentales para estos ecosistemas, sumado a pequeños mamíferos, como lobos, delfines y pingüinos».

Control difícil

La Prefectura Naval Argentina (PNA) es la autoridad a cargo de la vigilancia, y de forma constante difunde imágenes satelitales donde se ve un inmenso cordón de barcos extranjeros pegados al límite de la Zona Económica Exclusiva, al acecho de algún descuido: «Muchos de esos buques carecen de las autorizaciones requeridas, por lo que incurren en actos ilegales que impactan sobre la fauna, el ambiente y la soberanía«, subrayan desde el Gobierno. A partir de enero, en plena temporada de pesca del calamar illex argentinus, una enorme cantidad de buques ya se acercaba al margen.

La PNA señaló que en su mayoría los navíos provienen de tres rutas: «Desde el océano Pacífico (ingresando por el Estrecho de Magallanes), desde los océanos Índico y Atlántico, y por el Atlántico Norte». Desde el 2020 y hasta hace pocos meses, se realizó un seguimiento diario de 314 buques pesqueros, mediante el Sistema Guardacostas. Pescarlos a ellos mismos, cometiendo la infracción, es como buscar una aguja en un pajar, aunque ya hubo algunos operativos exitosos.

Según datos oficiales, entre 1986 y 2020 se capturaron 80 buques irregulares. En su mayoría, provenían de Corea del Sur (15), China (12), Taiwán (11), España (11), Japón (8) y Uruguay (7). El último, llamado Calvao, tenía bandera portuguesa, y fue atrapado mientras pescaba del lado prohibido de la línea divisoria, violentando la Ley de Espacios Marítimos. Así, considerando las millonarias pérdidas que genera la pesca ilegal, se pueden aplicar cuantiosas sanciones, siempre y cuando los infractores sean hallados en el momento justo. De hecho, invocando la nueva legislación, el año pasado se cobraron multas cercanas a los 250 millones de pesos (2,9 millones de dólares al valor oficial del 2020) por tres buques infractores. Sin embargo, se estima que son más los barcos que logran robar recursos naturales argentinos y huyen evadiendo los controles. 

Hacia un Tratado Global por los Océanos

El conflicto de la pesca ilegal, junto a sus daños ambientales y económicos en diversas naciones, parece de difícil solución, sobre todo para países de poca incidencia en la geopolítica. Igualmente, el asunto es debatido en organismos multilaterales y la propia Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) clasificó esta práctica e incentivó a que la ONU declarase el Día Internacional de la Lucha contra la Pesca Ilegal No Declarada y No Reglamentada (INDNR), cada 5 de junio. La acción, netamente simbólica, se pensó para generar conciencia sobre el problema, pero Greenpeace insiste en que hace falta un acuerdo mundial, con reglas claras. El principal punto que preocupa a los ambientalistas es la desregulación presente en aguas internacionales, allí donde todo vale.

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«Necesitamos urgentemente un Tratado Global de los Océanos», enfatiza Vueso. Los Estados de Naciones Unidas comenzaron a considerar este pedido, muy reclamado por los defensores del medio ambiente, y en 2015 empezó a debatirse la posibilidad de controlar lo que pasa en aguas que están afuera de las jurisdicciones nacionales. Esto dio lugar a avanzar con negociaciones más formales, desde el 2018, y ahora hay optimismo en que puedan llegar a buen puerto: «En agosto del 2021 tenemos la oportunidad histórica de que este Tratado se sancione, y permita la creación de una red de santuarios en aguas internacionales, para proteger el 30 % de los océanos para el 2030», cuenta. Así, dice la experta, los ecosistemas dañados podrían recuperarse y enfrentar la emergencia climática. «No podemos permitirnos la muerte de los océanos, nuestras vidas y la salud de nuestro planeta dependen de estos», concluye.

A nivel local, el Congreso argentino está analizando proyectos de leyes para evitar la depredación del mar, aumentar la vigilancia e incluir castigos en el Código Penal para aquellos que pesquen sin permiso. Otro de los proyectos pide crear un área protegida en el Agujero Azul, algo que se podría aplicar gracias a que la ONU reconoció en 2016 la ampliación de la plataforma continental del mar argentino. Resta por ver si los ambientalistas pescan la atención de los legisladores en medio de la pandemia.

Leandro Lutzky

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